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Hasta el fuego de la hoguera dejó de crepitar. El roce de las dunas con el viento y el imperceptible sonido de los insectos del desierto.
Todos se miraron unos a otros por un segundo, preguntándose con la mirada.
Acto seguido, un nuevo aleteo en el cielo los hizo entrar en acción. Todos se alejaron del fuego para no quedar expuestos por su luz, instintivamente sabían 
que es donde había más peligro.
El ser aterrizó sobre las brasas, aplastándolas de un pisotón.
Cinco pares de ojos, cada uno de un brillo con una tonalidad distinta, miraban hacia la oscuridad. Cuatro aventureros desterrados, observaban atónitos y 
asustados el tamaño de su enemigo… era tan imposiblemente enorme que cada cabeza tenía el tamaño de un caballo. Los restos agónicos del fuego de 
campaña apenas iluminaban una caja torácica enorme unida a un único par de alas esqueléticas. Aparentemente, era imposible que pudieran hacer volar un 
ser de aquellas dimensiones.
-UNO DE VOSOTROS TIENE LA PIEDRA
La voz de la criatura era gutural, surgida a la vez de cinco gargantas sobrenaturales. Movía sus 5 esqueléticas cabezas, buscando con cada par de ojos a sus 
enemigos, que estaban paralizados por la prudencia y el miedo, como conejos.
-DEVOLVEDME LA PIEDRA, Y OS PERDONARE LA VIDA
Durante unos segundos, todo se paralizó, con todos los participantes de la escena esperando el siguiente movimiento del enemigo. El dragoliche 
comprendió que su posición no era la más favorable para enfrentarse a un grupo oculto, y de un salto se sumergió de nuevo en la oscuridad de los cielos.
-DEVOLVEDME LA PIEDRA O MORIREIS EN ESTE DESIERTO
***
Tardaron horas en reunir el valor para moverse de nuevo y buscarse unos a otros, cuando el amanecer hizo que permanecer inmóviles entre las arenas 
fuera absurdo.

Por primera vez en la historia del grupo, se entregaron a la desesperación durante toda la mañana, deambulaban de un lado a otro maldiciendo su suerte y 
mirando a los cielos. Penrose se metió en el agua del pequeño estanque del oasis desnudo, y se pasó horas riendo a carcajadas. Los demás se limitaban a 
vigilar la apagada hoguera, sin atreverse a quedarse dormidos.
La primera en recuperar la compostura fue Lorien. En algún momento rebuscó entre los restos de la caravana buscando provisiones y llenó los odres de 
agua. Era pasado el mediodía cuando puso un trozo de tela circular sobre la arena, llamando la atención de sus compañeros.
-Escuchad, esto es un mapa que he encontrado en la caravana. Hay una ciudad a 10 dias al sur.
Escuchar hablar de ciudades y días de viaje sacó a los demás de su ensimismamiento, con excepción del sacerdote que seguía metido en el lago riendo, 
parecía haberse vuelto loco.
***
Continuaron siguiendo un rastro desconocido hacia una ciudad desconocida, durante varios días, moviéndose solo por la noche y ocultándose por el día. 
Ahora tenían confirmación de que algo los acechaba y que podía atacarlos en cualquier momento.
Definitivamente el clérigo había perdido la cabeza, no paró de reir hasta caer desfallecido la primera noche, y la segunda no paraba de repetir que los dioses 
estaban muertos, de nuevo corriendo desnudo por las arenas mientras sus compañeros intentaban que no se perdiera en la noche.
De nuevo las provisiones empezaron a escasear, 10 dias de marcha por praderas o bosques eran rutinarios para el grupo, pero hacerlo a través de un 
desierto, vigilando los cielos y esperando un ataque mortal en cualquier momento, era otra historia.



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